La luna se niega a alzar la vista
asombrada por los velos que desplegaste
para cubrirla.
La noche se cierra
contrayendo sus fauces viscosas.
Pero, tú, como siempre, huyes,
cristalina entre montañas afiladas
como una flor perversa con raíces
de memoria.
Las venas estelares borbotean
presionadas por traviesas carcajadas,
y a la vez, velan tu cuerpo, tan livianas.
Pero tú, como siempre, esquivas todo,
oleaje de cabello, húmedo, empapado
de momentos.
Jadeante, sudorosa de abrir simas
a arañazos.
Los árboles disfrazándose de sombra
apuran los sonetos de tu astucia.
Pero tú, como siempre, bailarina,
fogonazo de verdades laberínticas,
con ojos de espada antigua
y boca torneada en los años sabios
de todas tus generaciones
sonríes, desdeñando el universo
ensartándome al amanecer
desde tus tan ágiles pupilas.