insomnio (o el hueco de mi nuca)


Hay una voz que muchas noches me espera
presionando como una animal antiguo,
inmenso y tranquilo
en el vacío que gira en el hueco de mi nuca.

A veces me habla de relámpagos que apenas recuerdo.
De caminos como látigos de espuma que brotando de mi boca
navegaban como profetas en el viento
y pacientemente dibujaban nuevas constelaciones
por encima de las montañas.
Otras veces me rodea entre susurros que esculpe inocentes
como cadenas de nieve que me tatuaran
y me lleva hasta el centro de los laberintos
que con cada latido se dibujaban en mis sienes
Me conduce hasta las máscaras de las que me embriagué
para no descubrir el color de tus ojos
para no soñar que al mirar las líneas de tus manos
vislumbraría mi fantasma.

Incluso hay veces
en que la voz me increpa porque no presté atención
a tantas flores sin nombre arrastradas por los ríos
a la madera callada que ni aspiraba a pudrirse
pero contaba mis huellas
o al dios de la hierba henchido por gritos de mariposas
(tal vez lo hace porque nunca me atreví
a lanzar ciertas palabras como una ola hacia la luna
e invitarla a bailar enloquecido
cuando se viste con lluvia)

Pero, algunas noches, simplemente,
la voz no está.
Y el silencio taladra como una raíz de piedra
y flota como un cadáver mojado
humilde y vencido,
en el cenagal que respira
en el hueco de mi nuca.