la careta


Me gusta mucho que me pregunten en qué trabaja mi papá. Yo respondo “dentista”, y es muy divertido porque al decirlo la lengua se frota mucho contra los dientes, como si ella misma quisiera explicar la palabra. Es como “malabarista”, parece que la lengua y la boca hacen piruetas cuando lo dices. Sé que el trabajo de mi papá es muy importante, con lo que él hace la gente puede comer todos los chicles y caramelos que quiera sin que les pase nada a sus dientes. No me parece raro que el trabajo de mi papá sea tan bonito, porque él es muy bueno y no podría hacer nada que fuera malo; siempre que le cuento algo me mira con atención y no dice nada hasta que yo he terminado, y muchas veces nos reímos contándonos cosas y jugando.

Me hizo mucha ilusión cuando mi mamá me dijo que un día tendría que ir a ver a papá a su trabajo, así podría ver todas las cosas interesantes que hace. Pero cuando entré en el sitio donde trabaja, había algo raro: mi papá iba vestido todo de blanco que casi daba miedo, y yo siempre había pensado que en el trabajo iría de rosa brillante, como los caramelos, o los chicles. Me dijo que me sentara en una silla muy rara, y aunque sonreía había algo que no me gustaba. Así que cuando me dijo que no me preocupara, y me metió en la boca un aparato que me asustó y que hacía mucho ruído, me puse a llorar, porque me di cuenta de que esa persona no era en realidad mi papá, era una persona mala que se había disfrazado como él, y que me estaba haciendo daño y me hacía llorar.

Volví a casa con mi mamá sin hablar en todo el camino. Cuando mi papá volvió del trabajo por la noche, me miró sin decir nada como cuando le estoy contando algo, y yo me abracé a él llorando y le pedí que por favor no dejara nunca que ese señor tan malo se pusiera otra vez la careta con su sonrisa.