Nunca vi la soledad bajo tu ventana.
Hasta la más humillante fiereza de los girasoles
terminaba durmiendo como los caballos acostados
bajo cada incendio
¿Quién, sino tú, sería capaz de transformar el granizo
hilando tallos de lava?
Recuerdo a los mendigos bailando alrededor de los jarrones.
Y tu nombre sonriente sobre una rama
- o un altar, o una moneda -
Recuerdo que las alas florecían sobre las paredes
como los gritos de los niños al atravesar el río.
Incluso alguien me dijo que, detrás del bosque
dormía el verano.
Pero un día, al abrir las cortinas
vi que tras ellas se escondían montañas.
Un manto de seda palpitaba sus heridas
ululando en los barrotes de la escalera.
Hoy he visto un perro en las constelaciones.
Mi propio rostro me ha acusado
deformándose como un murciélago.
Y las cruces me han clavado una estaca en el costado
Rígida como los salmos de la madrugada.
No volveré a acercarme como los cuervos de plata
Bajo tu ventana.
Pasearé, entre el sueño de las hogueras, reviviendo
la molesta sensación de lo imposible.